sábado, 28 de noviembre de 2015

El sueño

Anoche tuve un sueño increíble, de esos irrepetibles que te dejan con ganas de soñar más. Y yo venga a dormir. Y no quería despertar. Y cuando desperté solo tenía ganas de contarlo una e infinitas veces más... 
Y como la vida está para contarla, ahí va....

Soñé con un amanecer extraordinario, un cielo azul que brillaba sobre el mundo entero, por encima de las desgracias, de las tragedias, de las muertes injustificadas, de los miedos, de las incertidumbres, de todo eso difícil de olvidar. Pero por un momento lo olvidamos.
Y lo olvidamos porque recordamos que era un día maravilloso para celebrar que podíamos estar celebrando juntos otro año más un 27 de Noviembre. Un día que marca un antes y un después en nuestros calendarios. Un día para agradecer, bendecir, glorificar, compartir y educar. 
Un día diferente, porque muchos ya no lo vivimos como alumnos íntegros del cole. Lo vivimos como niños que se fueron rumbo a estar un poco más cerca de lo que deseábamos. Pero al regresar en un día especial, volvimos a sentirnos niños, y alumnos tocados por la varita de aquellos Maestros que marcaron nuestras vidas.

Recuerdo a cada uno de ellos, y le pongo cara a todos aquellos que, de una forma u otra, me formaron en nombre de Calasanz y posiblemente contribuyeran muchísimo a hacer de mi la persona que hoy soy. Y mientras lo recuerdo y navego en mi memoria, me pregunto: ¿Qué pensaría él del sistema educativo actual en el que estamos sumergidos?. ¿Y qué le parecerá a él la forma de enseñar de los actuales profesores del mundo?. ¿Y qué pasaría si Calasanz fuese nuestro Ministro de Educación? ¿Acaso necesitamos más piedad y letras?. En efecto, ¿qué sería de la educación si, en nuestros días, estuviese Calasanz?.

Y lo cierto es que no encuentro respuesta.
Cuando entré en Periodismo, una de las cosas que me dijeron es que tenía que indagar mucho, y preguntar mucho, solamente para acercarme lo más mínimo a las respuestas de todas mis dudas.
Sin embargo, por una vez desafié a aquello que me dijeron, y les conté a quienes me lo dijeron que yo no tuve la suerte de conocer a Calasanz, pero que conozco en primera persona el gran legado que dejó. Un legado convertido en educadores, profesores, catequistas, escolapios... en efecto, MAESTROS. Y que estos maestros, héroes sin capa ni armadura, pero con el arma más poderosa y eficaz jamás vista, a éstos yo sí que los conocía...

Y seguí sumergida en mi sueño, y sentí innumerables sentimientos en el día de ayer que se hacían partícipes en abrazos, charlas, reencuentros, risas y sonrisas, preguntas, cuestiones aún sin resolver, buena onda y los mejores deseos.
Soñé que, en aquel lugar del que hace poco me fui, me seguían queriendo igual, seguían sirviendo a los niños igual, seguían ilusionando igual, y seguían educando igual o mil veces mejor.

Pero entonces me desperté. Y en la mejor parte del sueño me desperté y grité con rabia que cómo acabaría la historia, qué pasaría con todos aquellos maestros de buena voluntad y con sus alumnos. ¿Por qué me desperté justo en ese preciso instante? ¿Por qué?............

Pero entonces cogí mi móvil, vi algunos mensajes y fotos. Mire mi habitación, vi la pared con imágenes y recuerdos. Y aliviada descubrí que nada había cambiado. 
Que la educación que sentía, pervivía y todo seguía igual. 
Que todavía teníamos el arma más poderosa para cambiar el mundo. 
Que en cada libro había esperanzas e ilusiones fortificadas y renovadas. 
Que había personas dispuestas a seguir compartiendo, luchando y educando de forma mágica.
Que todo aquello que sentimos, que vivimos en la conciencia y en el corazón, todo era verdad... 
Y que no hay sueño más bonito que el que se vive en la propia realidad.

(Gracias a todos, continuará. Seguro que continuará.......)