sábado, 13 de febrero de 2016

¿Adultos?

A veces los adultos son peores que los niños, y eso da miedo porque ¿ellos son los que nos sustentan?, ¿son los que nos gobiernan?, ¿son los que trabajan por nuestro porvenir?, ¿son los que levantan el país?... En efecto, es así, o así debería ser. Pero entonces… ¿por qué en ocasiones hacen tantas tonterías? ¿Por qué muchas veces se comportan como niños?

He visto adultos culpabilizarse, echándose mierda encima unos de otros, intentando salvar su persona por encima de todo, salvado así su orgullo y queriendo llevarse siempre la última palabra.

He visto adultos culpabilizando a niños, por ser simplemente eso, niños. Reprochándoles, diciéndoles malas palabras. No riñendo, castigando y educando, no, eso es otra cosa.

He visto otros adultos hiriendo constantemente al prójimo, por no saber controlar la situación, por no saber reaccionar, por no saber reconocer sus fallos.

He visto adultos ciegos, no de visión, sino ciegos de actos y bondad. Adultos que no quieren ver las buenas acciones que los demás hacen por ellos, a los que todo les parece mal, los que todo lo ven mal, a los que todo acto ajeno les sabe a codicia y a envidia.

Adultos egoístas, dueños de sí mismos, queriendo llevar la razón, y si no lo consiguen… qué sabe nadie de lo que son capaces.

He visto adultos hiriendo con palabras, con gestos, con miradas a otros adultos y niños.

He visto adultos con hijos sin ningún control sobre ellos, maleducándolos con caprichos y contemplaciones, y a otros educándolos mal con palabras dolientes e insultos.

Otros adultos caprichosos con antojos temporales, antojos de todo lo material, chalets, perlas, móviles de última generación, todo lo nuevo, todo lo último y hasta… ¡un hijo! Total, por pedir… y pronto muy pronto en la ruina.

He visto adultos maltratando psicológicamente a sus mayores, sin visitarlos, o con visitas absurdas y tóxicas. Y los he vuelto a ver llorando su pérdida cuando, en vida, no hicieron nada positivo por ellos.

He visto otros adultos que no se aguantan ni a ellos mismos, y por consiguiente no aguantan a los demás. Dándose chocazos contra el quicio del estrés y la impaciencia. Amenazando con lo peor, dando gritos de la impotencia de estar sumergidos en un aburrimiento constante y de no tener el control de sus vidas.

He visto a otros muy preocupados por el futuro, por su futuro, por el de sus hijos y parejas, por querer ganar más y más, por querer progresar más y más. Siempre preocupados por lo mismo y ausentes de lo que pasa en el aquí y ahora, en el presente.

He visto adultos envidiosos, oscuros, tenebrosos, chivatos, atentos a cualquier movimiento para imitarlo, copiarlo y destrozarlo. Satisfechos con desmontar el trabajo ajeno para su propio beneficio. Adultos mediocres, que solo optan a conseguir algo de gloria viendo hundidos a los demás.

He visto a adultos que matan, ¡por dios que matan!... a personas del género opuesto (más de 50 mujeres asesinadas en el último año) y a otras personas sin más. Adultos que matan a sus bebés. Madres y padres, por llamarlos de algún modo, que maltratan a aquellos a quienes han parido.

Hay otros adultos poderosos, ricos de dinero y de control, que tienen la llave maestra para manejar a un país entero. Y los convencen, los engañan, juegan con sus sentimientos, les inducen sus falsas promesas, los coartan, los arruinan. Y a algunos los matan.

Adultos que nunca crecen, los que viven como niños, enfermos del síndrome Peter Pan. Aquellos que nunca progresan, que temen al cambio, a lo nuevo, a lo distinto, temen a la vida.

Adultos que inventan guerras, que cogen armas y matan. Adultos que matan incluso sin armas, con el arma más poderosa y también más peligrosa, la de la palabra. Adultos que inducen a sus hijos la violencia, los que insultan y agreden  a árbitros en los partidos de fútbol de sus hijos. Los que recomiendan que pegar es bonito, y se intentan justificar, y que luego se sorprenden por los casos de acoso infantil en las aulas. Y luego vienen las desgracias.

Adultos mayores de 18 años, adultos sin más. Adultos porque ese es su nombre, no por las condiciones que reúnen. Del mismo modo que no se es madre por haber parido, tampoco se es adulto por haber crecido. Hay adultos con edad de niños, a los que no les queda otra que ser adultos, desde siempre. Adultos que hacen la vida más complicada y la amargan. 

Del mismo modo, dentro de todo este montón de personas categorizadas como adultos, hay otros adultos que te ayudan, acarician la vida, te facilitan el camino, aman, escuchan y remueven el mundo por llegar a fin de mes, pensando en el futuro pero pisando el presente. Les diré ejemplos de estos últimos adultos, como no: mi madre, mi padre y mis abuelos.

¿Realmente sería mejor un mundo gobernado por los niños? 

Donde éstos tuvieran más peso, tomaran más decisiones, pensaran más por nosotros…
Muchos abrieron este debate, y mientras se decide y no… Vivamos recordando que los niños de hoy son los adultos del mañana. Adultos, de los de verdad.



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